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domingo, 8 de febrero de 2015

Odia, pero ódiame bien.

Odio cada una de las sonrisas que lanzas al aire, sin destino, sin dueño. Odio cada mirada de odio que me acecha por acariciar tu cuerpo. Odio cada vez que tus manos acarician mis piernas, mis muslos, mi vientre, mi sonrisa sin querer. Odio cada vez que mis manos envuelven tu cuerpo. Odio mis uñas en tu piel, rasgándote una y otra vez. Odio cuando llegas y me abrazas y me estrujas. Odio cada vez que te beso en la frente o mejilla y tu aroma se queda en mi nariz. Odio cada vez que tomo tu mano y la agarro con fuerza. Odio cuando tus dedos se entrelazan con los míos. Odio que eso no sea siempre así. Odio cuando te tumbas en mi coche y te haces dormir. Odio mirarte como lo hago. Odio desearte tanto. Odio las bibliotecas. Odio los cuartos de baño. Odio odiarlos. Odio no poder disfrutarlos contigo. Odio que seamos tan iguales. Odio cada una de las palabras que te callas. Odio tantas ganas acumuladas. Odio no tener agallas. Odio infinito a mis entrañas. Odio cada una de las palabras que no suelto. Odio no saber expresarme muchas veces. Odio expresarme demasiado otras tantas. Odio querer morder tu cuello. Odio tus besos en el mío. Odio esta situación. Odio al corazón. Odio sin razón. Odio, es la cuestión.